La fachada del norte, por cuestiones de proyecto, y la del este, por razones topográficas y constructivas, están cerradas, ofreciendo privacidad al espacio doméstico. Obligan a buscar una solución para dotar de aire y luz natural a los espacios interiores próximos a ese lateral: se incorpora un patio y unos lucernarios. El primero, además de responder adecuadamente a las necesidades del dormitorio secundario y dotarlo, incluso desde el propio patio, de vistas al Atlántico, aporta luz solar desde naciente y sur hasta el porche de entrada, ofreciendo un ambiente inesperadamente alegre en ese lugar a cada visitante.

Entre los distintos lucernarios destaca el que marca la bisagra entre las circulaciones de la zona de día, con el que se accede, a través de un ambiente más privado, al estudio/sala de lectura/dormitorio de invitados en doble altura, situado en la vieja ruina. Este lucernario, orientado al este y al sur, introduce luz sólida en los espacios principales de la casa durante las horas del día donde solo tienen luz natural difusa y, al mismo tiempo, sirve para iluminar la despensa y el inicio de la distribuidor general a través de ambas puertas dotadas de un paño opalino. En la cubierta, este lucernario se despliega volumétricamente, marcando la intersección de los ejes mencionados y sirviendo de elemento de unión con la volumetría vernácula. Su altura termina donde la fábrica de granito o, lo que es lo mismo, donde comienza el espesor de la losa de cubierta plana de ese edificio, resuelta formal y constructivamente del mismo modo que la obra nueva.

Hay una segunda pieza prismática que, teniendo continuidad material con la arquitectura proyectada, se eleva sobre la cubierta de ésta. Se ubica en una esquina de la planta, sobre el cuarto de máquinas/almacén/taller, y además de tener como usos la ventilación del mencionado cuarto, el alojamiento del módulo geotérmico externo y ser acceso para el mantenimiento del techo, está ligado a la preexistencia y “recibe” a todos los visitantes en el nivel de llegada, a pocos metros del portal. Su volumen se alinea con la fachada a poniente de la casa antigua y la altura coincide con la parte superior de la losa del techo.

Morfológicamente, la obra intenta responder al programa sin olvidar las peculiaridades del solar, situando los espacios de la zona de día en el lugar más privilegiado y muy atento a las vistas del atardecer. La cocina, en relación a la categoría espacial, se trata al mismo nivel que la sala y el comedor. La cocina de una casa rural en Galicia siempre ha sido un lugar de referencia. Esta zona de día tiene continuidad espacial y visual en dos grandes terrazas cubiertas que funcionan como espacios de transición entre el interior y el exterior de la casa al tiempo que abrazan una peculiar pequeña piscina. El programa completo de vivienda, garaje, gimnasio, sala de máquinas y una parte del taller se resuelve en una planta baja totalmente accesible.